La premisa es que el fútbol es vida. Los gritos ahogados de gol, la pasión por un ideal materializado en un emblema cotidiano, la euforia otorgada por 11 artistas y un director que representan a miles de almas unidas.
90 minutos y millones de emociones hacen que un deporte cobre vida, curiosamente, por la vida de otros. De quienes sufren, gozan, critican, aburren y obnubilan con el seguimiento de un balón y su destino. Las órdenes y los gritos. Desde las pichangas en una calle armada con mochilas hasta el clásico de Manchester en el Teatro de los Sueños. Los cánticos y las derrotas.
Por lo tanto, puedo decir que la vida es fútbol. Despertar por el sol que se escabulle entre la ventana es depositar el balón en el punto central de la cancha antes del pitido inicial. Observar a una mujer desprendiendo, con ingenuidad, su hermosura natural, pareciera el compañerismo reflejado en el gol colectivo.
El fútbol. Emociones y desvaríos, errores a magullar sin optimismo en la derrota, lesiones en el corazón por una ruptura emocional que deben recuperarse. Mejorar, canchas de cemento, compañerismo, lealtad, fuera de juego, sentimientos, individualidades, tiro libre. Vida.
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